7.6.11

Gris intenso


Ya desde hacía tiempo le había visto pasar junto a mi ventana. Nunca creí en el destino, el azar o la suerte pero desde ese día mi vida se vio sacudida por una enorme tempestad. Como cada mañana me tomaba un café ardiendo y salía por la puerta con una manga de ese abrigo de pelos que mi madre me había regalado desde que dejé de aumentar mi altura. Eran días fríos en la ciudad, estaba totalmente acostumbrada a este tiempo y cualquier queja de los turistas que asolaban la ciudad con sus cámaras enormes fotográficas me resultaba cómico y no podía evitar esbozar una sonrisa cuando oía sus palabras malsonantes y al cruzar la esquina empezaba a reírme sola, como a alguien que le han contado un chiste hace unas horas y no puede evitar reírse cada vez que lo recuerda.

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